Llegamos a una COP con noticias de que el país anfitrión, los Emiratos Árabes Unidos, pretendía usar la cumbre para hacer negocios de fósiles en paralelo a las negociaciones climáticas.
En un intento por distraer a la atención pública de la verdadera agenda de los petroestados, en el primer día de la COP28 se anunció el acuerdo para el establecimiento del fondo de Daños y Pérdidas, aunque las promesas iniciales de 700 millones de dólares palidecen en comparación con la colosal necesidad de financiación, estimada en cientos de miles de millones al año.
Por primera vez, luego de 30 años de negociaciones climáticas, la COP28 envía señales para la transición energética, fuera de los combustibles fósiles, con referencias a transicionar todo el sistema energético. Sin embargo, deja la puerta abierta a muchas falsas soluciones y distracciones peligrosas y no provee claridad de la financiación de la transición.
Sin embargo, esta COP no establece cómo se apoyará la transición y generarán esquemas de justicia, por lo que será clave que el año que viene de cara a la COP30 en Brasil trabajar de manera robusta y sostenida en asegurar los medios de implementación y esquemas de equidad. En este esfuerzo, es fundamental asegurar que exista financiamiento predecible y adecuado en base a las necesidades donde será clave promover y robustecer los principios de equidad y responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Para América Latina, será clave trabajar la conservación, protección y restauración de la naturaleza y los ecosistemas para lograr el objetivo de 1.5°C del Acuerdo de París, tal y como se sugiere el párrafo 33 del Balance Global, logrando los detener y revertir la deforestación y la degradación forestal para 2030, y otros ecosistemas terrestres y marinos, en consonancia con el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal.